Dip.
Raquel Jiménez Cerrillo
Cuántas veces no hemos escuchado que las
niñas,
niños
y adolescentes, son el rostro joven y dinámico de nuestra Nación, que son la esperanza, que son nuestro
presente y en ellos está confiado el que sean actores protagónicos de un mejor mañana para México.
Pero
para que ello sea así, sociedad y gobierno, madres y padres de familia, maestros
y autoridades debemos sumar esfuerzos y proveerles de un entorno de derechos,
oportunidades y responsabilidades que les permitan desarrollarse plenamente y
aportar a la grandeza y desarrollo de nuestro País.
Hoy
sin embargo las niñas y niños y adolescentes de México y de todo el mundo, están enfrentando complejos desafíos que pueden poner en riesgo su
salud, su bienestar inmediato e incluso, su calidad de vida a largo plazo.
El
embarazo no planificado en adolescentes es uno de estos retos, que afecta el
desarrollo humano de nuestra población.
Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos OCDE, México es uno de los países con las tasas más altas de embarazo de adolescentes,
pues se estima que al día se registran 1,252 partos, cuyas madres se encuentran en
un rango de edad de los 12 a los 19 años; esta cifra representa que uno de
cada cinco partos es de jóvenes menores de 20 años.
Y
Querétaro
no es la excepción, si bien es uno de los estados con menos casos de
adolescentes embarazadas, al registrar una tasa del 29.3 por ciento, mientras que
a nivel nacional es del 34.5 por ciento, aún así en 2014 se registraron siete mil
seiscientos embarazos de jovencitas menores de 20 años según reporte del Secretario de Salud de
la entidad, ocupando así el décimo lugar a nivel nacional de embarazos en adolescentes.
Lo
anterior trae consigo importantes riesgos no solo para las adolescentes que al
no estar preparadas física y emocionalmente para el embarazo, tienen una mayor
tasa de mortalidad, riesgos de contraer enfermedades de trasmición sexual, sus bebés presentan riesgos de salud y su
calidad de vida sufre un impacto, así pues la incidencia de embarazos de
adolescentes se ha convertido en un problema no sólo de salud pública sino también educativa, e incluso de derechos
humanos que debe ser tratado en las políticas públicas, ya que trastoca la estructura
social.
Consciente
de este problema, el Gobierno de la República que encabeza el Presidente
Enrique Peña, lanzó el viernes 23 de enero la llamada Estrategia
Nacional de Prevención
del Embarazo de Adolescentes. El objetivo de esta estrategia es reducir en 50 por ciento
la tasa de fecundidad de las adolescentes entre 15 a 19 años, para el año 2030.
A
través
de ocho ejes rectores, de los que se desprenden 90 líneas de acción para reforzar la educación, la salud, la prevención de la violencia y las oportunidades
para que los jóvenes puedan tener un mejor futuro, se espera que el
objetivo sea cumplido.
Revisando
el documento que presenta dicha estrategia me percato que carece de información relevante pues si bien se señalaron los ejes rectores de la misma,
se omite señalar quien será la autoridad responsable de
coordinar la estrategia, por la naturaleza de la misma se entiende que tendría que ser la SSA, sin embargo en
algunos medios se habla de la CONAPO, el INJUVE, el INMUJERES; asimismo no pasa
desapercibido que el ejecutivo federal ya contaba con un Programa de Acción Específico de Salud Sexual y Reproductiva
para Adolescentes 2013-2018, en el cual se establecen los mismos objetivos de
la “novedosa” estrategia que fue presentada, al
parecer se están reciclando programas.
Lo grave no es
reciclar programas, estrategias o políticas públicas, lo grave es que desde hace por lo menos 4
sexenios es decir más de dos décadas se vienen realizando las mismas acciones para
combatir este problema, es decir entregar condones gratuitamente, ampliar la
gama y el presupuesto para métodos anticonceptivos, capacitación al personal de salud, a maestros y alumnos en temas
de salud sexual y reproductiva entre otras, y no es que estas medidas estén mal pero ninguna de ellas ataca verdaderamente al
origen del problema de los embarazos de adolescentes, ninguno de los ejes de la
"nueva" estrategia considera a la familia como protagonista de la
solución.
Los padres y madres de familia debemos
fortalecer los lazos de comunicación con nuestros hijos, formarlos en una sexualidad
responsable y fundada en valores.
Amigas y amigos estoy
segura que todos compartimos el deseo de que las niñas, niños y adolescentes de México tengan las mejores condiciones para empezar a
construir, desde temprana edad, su propio proyecto de vida.
Nuestros menores
tienen varios años por delante para convertirse en madres y
padres, antes debemos alentarlos a prepararse, a estudiar y trabajar para ser
independientes y estar en posibilidad, entonces, de formar su propia familia
con responsabilidad. Caminemos a su lado en esta etapa de su vida que no es
sencilla y sí es determinante para su futuro.
Al igual que el
Presidente de la República es mi deseo que esta Estrategia Nacional
de Prevención del Embarazo en Adolescente, cumpla con los
objetivos trazados de disminuir o
erradicar los embarazos en adolescentes para que esto depare una mayor calidad
de vida para nuestros menores y para las futuras familias mexicanas.